La tradición
sitúa el Paraíso en la antigua Mesopotamia. Algunos
estudiosos aducen que se encuentra en el sur de Irak; otros lo sitúan aún más
abajo: perdido en las aguas del Golfo Pérsico.
Adán y Eva. Cranach El Viejo |
Una tablilla
cuneiforme hallada en las ruinas de Nippur sugiere un
vínculo entre la referencia sumeria y la historia bíblica. Habla de una tierra
pura y brillante que no conocía ni la enfermedad ni la muerte. En este pacífico
reino el rey de las aguas, Enki, hacía que el agua dulce permitiera crecer
un inmenso jardín.
Luego engendró a través de la diosa madre de la tierra,
Ninursag, tres generaciones de diosas, todas ellas nacidas en partos sin dolor.
Ninursag, a su vez, creó ocho plantas preciosas, que Enki comió. Furiosa,
Ninursag declaró que Enki debía morir y lo abandonó. Cuando ocho partes del
cuerpo de Enki empezaron a caer, un avispado zorro persuadió a Ninursag de
salvar al dios del agua.
Sentada a su lado, la diosa dio nacimiento a una deidad curadora para cada parte afligida, una de las cuales era una costilla.
Sentada a su lado, la diosa dio nacimiento a una deidad curadora para cada parte afligida, una de las cuales era una costilla.
La palabra
sumeria para designar la costilla es ti, y la diosa-costilla sanadora
fue llamada Ninti, que se traduce a la vez como “la dama de la costilla” y
“la dama que hace vivir”. Este juego de palabras no funciona en hebreo,
pero la costilla entró en la historia del Jardín del Edén en la forma de Eva,
la madre de la raza humana: “la dama que hace vivir”. Resulta interesante el
que las palabras Edén y Adán aparezcan también en cuneiforme.
Edén significa “llanura no cultivada”; Adán “asentamiento en la llanura”.
Tanto en los mitos sumerios de la Creación como en los hebreos, el hombre es formado a partir de la arcilla. En otra tablilla cuneiforme de Nippur se relata como el dios del agua Enki ordernó a su madre, Nammu, que formara al hombre de “la arcilla que está encima del abismo”.
Tablilla 1 "La creación del Hombre" |
Tablilla 12 "La creación del Hombre" |
Más allá de
los vínculos literarios y lingüísticos entre el
Edén y Sumer está la evidencia geográfica. Como se dice en el Génesis, “un
río salía del Edén para regar el jardín, y desde allí se subdividía, y se
convertía en cuatro cabezas”. Una era el Éufrates; una segunda, el Tigris. Pero
la situación de las otras dos, El Gión y el Pisón, han confundido desde hace
mucho tiempo a los estudiosos.
Algunos
autores piensan que un río hoy llamado Karun, que nace en Irán y fluye hacia el
golfo Pérsico, es el Gión, y que un lecho seco en el desierto de Arabia Saudí
contuvo en su tiempo las aguas del Pisón. Con esto, el Edén se hallaba
situado en la confluencia de los cuatro ríos en la región del Golfo Pérsico.
Esta es un
área que hace 32.000 años gozó de un clima saludable, pero que en el 15000 a.C.
se volvió árida, obligando a emigrar a pastores que vivían allí. Alrededor del
6000-5000 a.C. el clima cambió de nuevo, y las áridas extensiones del este y el
noreste de Arabia Saudí y el suroeste de Irán florecieron otra vez. J. Zarins
propone que los pastores regresaron a la zona y encontraron a antiguos
agricultores, los antepasados obeid de los sumerios.
Localización de Sumer, entre el Tigris y el Eufrates |
Cuando estos nómadas
cesaron en su vagabundeo y se sedentarizaron haciéndose agricultores, muy bien
pudieron transmitir el relato tradicional de un paraíso pardido hacía
milenios: un lugar donde la gente había sido capaz de vivir de la tierra sin
tener que cultivar el suelo.
Pero ¿cómo pudo este Edén desarrollarse en el fondo del golfo Pérsico? Zarins cree que la elevación de los niveles del mar, provocada por la fusión gradual de los casquetes polares, en la salida de la última gran Era Glacial, sumergió la cuenca hará unos 7.000 años.
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