Mientras que nunca había habido en el Planeta tantos humanos pasando
hambre (uno de cada siete, ¡más de 1.000 millones de personas!), Jean
Ziegler, uno de los pocos suizos honorables, actualmente asesor de los
programas de alimentación y de derechos humanos de la ONU, no se cansa
de recordarnos que “el hambre no es una fatalidad, es un asesinato” que tiene unos beneficiarios claros, como el Deustche Bank, Goldman Sachs y otros “carroñeros” neoliberales.
Incluso, los alimentos básicos están en manos de una economía de casino
como si las necesidades de nutrición de enormes masas humanas fueran
irrelevantes.
Entre los “detalles” que no aparecen en los medios de comunicación
estándar y que permiten explicar el porqué de las cosas está la balanza
fiscal negativa del Norte con el Sur. Quiero decir, la paradoja de que el Sur empobrecido mayoritario del Planeta subvencione, cada vez más, la minoría rica del Norte.
A pesar del muro de obstáculos desinformativos que erige el cártel del
régimen neoliberal (desde el FMI al Banco Internacional de Pagos pasando
por la Banca Mundial o el G20) para que los principales perjudicados,
los cientos de millones de desposeídos en situación crítica en todo el
mundo, no sepan nada, comienzan a acumularse pruebas serias de cómo se
perpetúa este terrorismo económico que tiene como efectos colaterales
permanentes el hambre y la emigración de capital social básico del Sur.
Una primera pregunta relevante es de cuánto estamos hablando. Según el Center for International Policy, un prestigioso think tank independiente
con sede en Washington DC, los flujos de dinero ilícito que se van del
Sur hacia el Norte tendría un volumen anual entre siete y ocho veces
superior a toda la ayuda oficial al desarrollo. En 2008, el volumen de
dinero negro que salía del Sur para engordar el Norte oscilaba entre los 859.000 miliones y 1,06 biliones de dólares. La ayuda oficial al desarrollo fue en 2011 de apenas 133.500 miliones de dólares.
Visto de otro modo, supone perder ingresos equivalentes a tres veces
las remesas de dinero que los 215 millones de emigrantes en el Norte
envían a casa, 372.000 millones de dólares el año pasado.
Para el caso de África,
el continente más empobrecido y con más personas hambrientas, entre
1970 y 2008 el Norte le habría extraído entre 854.000 millones y 1,8
billones de dólares. Con esta suma fabulosa, los africanos no sólo
habrían podido cancelar su deuda externa total (de unos 250.000 millones
de dólares en 2008) sino que, en el cálculo más conservador, les
habrían sobrado 600.000 millones de dólares para erradicar el hambre,
reducir pobreza y buscar sistemas de vida ecológicamente sostenibles con
bienestar social para todos. La tendencia, por si fuera poco, es el
incremento de esta rapiña: los flujos ilícitos hacia el Norte pasaron de
57.000 millones de dólares la década de los 70 a los 437 mil millones
entre el 2000 y 2008.
¿Es la ciudadanía corriente del Norte, sin embargo, la gran
beneficiaria de ese dinero robados en el Sur? En ningún caso, basta ver
qué pasa en lugares como Grecia, Portugal, Irlanda, Italia o España. Con
la excusa de la crisis, su ciudadanía se encuentra acosada con
políticas de ajuste estructural neoliberal que hace pocos años sólo
parecían reservados a Corea del Sur, México o la Argentina del corralito.
La tendencia es que estos estados colapsen fiscalmente por la
imposibilidad de poder devolver la deuda que les han endosado, como
avisa para el caso griego la ong Tax Research, sostenida por las Trade Unions británicas.
Entonces, ¿quién se lleva los millones perdidos del Sur?
Se acumulan
las evidencias que quien hace caja son las grandes corporaciones
transnacionales. Basta recordar que las 10 primeras a nivel mundial
mueven más dinero que la India y Brasil juntos. Hace poco, desde Eurodad, una red independiente de vigilancia sobre la deuda y el desarrollo,
se detallaban los múltiples trucos que utilizan las transnacionales
para hacer ingeniería contable y evadir impuestos tanto en el Sur como
en el Norte. Una de los más productivos es el maquillaje de los números a
base de transferir artificialmente cantidades importantes a filiales
localizadas en estados o regiones con fiscalidad baja o casi
inexistente. En otro extremo, se pueden inventar facturas de
compra-venta falsas para evitar pagar impuestos. Así, se calcula que
entre el 45 y el 50% de las transacciones internacionales están
hinchadas en más de un 10% para aumentar el provecho gracias al
diferencial fiscal entre unas regiones y otras del Planeta, siendo
África el área donde esta manipulación contable alcanza su cenit.
Este desnivel de recaudación afecta muy especialmente del hemisferio
sur. La razón es que mientras los estados de la OCDE (el club de los más
ricos) tienden a mantener un nivel de impuestos equivalente al 35% del
PIB, en los estados menos desarrollados suele ser mucho más bajo. En
África subsahariana, por ejemplo, apenas representa el 18%. Así, al
recaudar muchos menos impuestos de media que el Norte, el Sur sufre
mucho más acusadamente la evasión fiscal de las corporaciones.
Obviamente, el coste en desarrollo humano y en capacidad de alimentación
suficiente para toda la población de este robo es enorme.
Algunos paraísos fiscales del mundo (Click para ampliar) |
El punto clave, en este contexto, es que las corporaciones no actúan,
en realidad, de manera “pirata” sino que no hacen más que utilizar una
“patente de corso” otorgada por el régimen neoliberal. Como corsarios,
pueden sortear las haciendas públicas del Sur y del Norte domiciliando
buena parte de sus flujos financieros en un archipiélago de paraísos
fiscales que tiene en la City de Londres y en Wall Street sus zulos más
letales. Así, el 21% de las filiales de las 50 primeras transnacionales
europeas están domiciliadas en paraísos fiscales. De las 100 primeras
compañías en la Bolsa de Londres, 98 tienen sociedades localizadas en el
archipiélago corsario. Christian Chavagneux, redactor en jefe de la revista Économie Politique,
avisa que la crisis financiera global ha exacerbado esta deriva
parasitaria de las corporaciones hacia los paraísos fiscales. Mientras
los EEUU han visto reducir notablemente su atractivo como destinatario
del ahorro mundial, estados canallas como Luxemburgo acaparan activos
financieros equivalentes a 2.285 veces la riqueza nacional.
Por tanto,
si realmente queremos ayudar a eliminar rápidamente el hambre en el
mundo y hacer que haya justicia social entre el Norte y el Sur, se
impone poner en primer lugar de la agenda social y política el fin de
los paraísos fiscales. Con el fin de abolir los “derechos” neoliberales
de corsarismo en favor de corporaciones como UBS, Repsol o Sol Meliá, la
prioridad es eliminar el secretismo, exigir la transparencia
financiera de las corporaciones, haciendo que todo el mundo sepa qué
declaran en todos los países en los que operan directamente y a
través de sus filiales.
Entre las buenas noticias de los últimos
tiempos, sin duda está la vertebración de una cada vez más visible y
poderosa coalición
mundial de organizaciones socials independientes a favor de eliminar los
paraísos fiscales para ayudar a las poblaciones humanas más vulnerables.
En un contexto mundial tan potencialmente apocalíptico, establecer este
tipo de conexiones y coaliciones es la mejor semilla para la esperanza.
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