La posibilidad que una megallamarada
producto de una gran tormenta solar impacte a nuestro mundo, se ha
vuelto muy preocupante al llegar, según nuevas estimaciones, a la nada
despreciable estima de 1 a 8. De realmente suceder este evento, podría
causar daños multimillonarios a todos los sistemas tecnológicos del
planeta, y tomaría hasta 10 años recuperarse del tremendo golpe.
No obstante, este tipo de eventos es considerado relativamente inusual.
La última tormenta solar de grandes magnitudes, conocida
como Evento Carrington, ocurrió hace más de 150 años atrás y fue la más
poderosa que se ha registrado en la historia.
Que un potencial rival al Evento Carrington tenga una posibilidad superior al
10% de suceder en el transcurso de esta década, sorprendió al
físico espacial Pete Riley, científico de Ciencia Predictiva en San
Diego, California, quién dio a conocer esta estimación hace pocos días.
Nuestro Sol tiene un ciclo natural de actividad de 11 años, en los
cuales aumenta y disminuye su poder.
En 2012 nuestro Sol entró en uno de los
ciclos de máxima actividad, en donde manchas solares y enormes
torbellinos magnéticos están a la orden del día en su superficie.
Ocasionalmente, algunas llamaradas salen despedidas del Sol, arrojando
una masa de partículas cargadas al espacio.
Las llamaradas pequeñas suceden a menudo, mientras que las de mayor tamaño raramente se dan, una distribución matemática conocida
como ley de potencias.
Hace más de 150 años, cuando se produjo la gran tormenta que golpeó el
campo magnético de nuestro planeta, se generaron enormes auroras que
excedieron su usual límite polar y alcanzaron Cuba, Hawaii, y el norte
de Chile. La gente en las calles se juntaba en las veredas y en las
terrazas a observar este evento celestial en todo su esplendor… “los
cielos… decorados con las luces más hermosas jamás vistas en años”…
publicaba el New York Times en aquella época.
Aunque las auroras sean hermosas, están cargadas con partículas capaces
de causar estragos en los sistemas eléctricos.
En los tiempos del Evento Carrington,
las estaciones de telégrafo se incendiaron, sus redes experimentaron
apagones mayores y los observatorios magnéticos registraron disturbios
en el campo terrestre que estaban literalmente fuera de la escala.
En el mundo actual, totalmente dependiente de la tecnología y la electricidad,
una tormenta solar similar tendría consecuencias catastróficas. Las
auroras podrían dañar las redes eléctricas y contribuir al deterioro de
oleoductos y gaseoductos. Afectaría a los satélites y trastocaría o
incluso apagaría por completo las comunicaciones de radio en la Tierra.
Según un reporte del Consejo Nacional de
Investigaciones de EE.UU. publicado en 2008, los daños de una tormenta
solar tipo Carrington podrían alcanzar entre 1 y 2 trillones de dólares
solo en el primer año, con una recuperación total de los sistemas
estimada entre 4 y 10 años posteriores al evento.
El reporte también aclara que a largo término, los efectos colaterales
incluirían trastornos en el transporte, comunicaciones, bancos, sistemas
financieros, y servicios gubernamentales; una interrupción en el
suministro de agua potable debida a las fallas en bombas de agua; y la
pérdida de comida perecedera y medicamentos por falta de refrigeración.
Pero todas estas posibilidades son solo
una muestra del peor escenario posible, dijo Robert Rutledge, jefe de la
oficina de pronóstico en el NOAA/NWS. Cualquier peligro potencial
podría ser significativamente menor si las compañías encargadas de los
sistemas de energía toman las precauciones adecuadas para lidiar con
dichos problemas y mitigarlos.
Un informe emitido por la Academia
Nacional de Ciencias de los Estados Unidos en 2008 advierte de que si
una tormenta solar “importante” se produjese en la actualidad,
experimentaríamos apagones generalizados de electricidad, e incluso se dañarían muchos de los transformadores principales utilizados en las redes de distribución de energía eléctrica.
Para evitar esto, la NASA se encuentra trabajando en un proyecto llamado “Escudo Solar” (“Solar Shield”) , destinado a alertar a las empresas distribuidoras de electricidad
sobre la posibilidad de un evento de este tipo con el tiempo suficiente
para que realicen la desconexión preventiva de sus sistemas.
Según Antti Pulkkinen, un investigador
de la Universidad Católica de América que trabajan en el Goddard Space
Flight Center de la NASA, “Solar Shield es un sistema de previsión,
nuevo y experimental, aplicado a la red de distribución eléctrica de
América del Norte. Creemos que puede ser útil para desconectar a tiempo
transformadores específicos a partir de la predicción de cuáles de ellos
podrían ser afectados por una tormenta solar.”
La causa del mal funcionamiento de las
redes eléctricas durante esos eventos tiene su origen en un efecto
conocido como GIC (“Geomagnetically Induced Current”, o “corriente
inducida geomagnéticamente”). Cuando la nube de partículas solares
generadas durante una tormenta golpea el campo magnético de la Tierra
hace que este comience a “temblar”. Estas vibraciones magnéticas inducen
corrientes en todas las regiones de la atmósfera, sobrecargando circuitos, interruptores y -en casos extremos- derritiendo las bobinas de los transformadores eléctricos.
[F] Por Adam Mann. Traducido al español por MysteryPlanet.com.ar
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