Si bien hoy la BBC se llena la boca hablando de los
campos de concentración alemanes, curiosamente, o quizás
convenientemente, parece que esta se olvida de un pequeño detalle
histórico, el que los campos de concentración son un invento “Made in Britain”.
El Gobierno Británico siempre deseó controlar Sudáfrica por su valor
estratégico y económico, razón por la cual intentó a lo largo de la
historia defender sus territorios y expandirse en dicho lugar,
realizando al mismo tiempo todo tipo de acciones contra la mayor fuerza
opositora de la región, los bóers, descendientes de colonos de los
Países Bajos, más cercanos y partidarios de Holanda y amigos de
Alemania.
Es
así que incontables sanciones, bloqueos navales, operaciones
encubiertas y, principalmente, guerras, fueron planeadas y ejecutadas
por el Reino Unido contra territorios bóer.
La Primer Guerra Anglo-Bóer
tendría lugar entre 1880 y 1881, y entre las varias razones de la misma
se encontraba el control de los depósitos de diamantes en Kimberley
descubiertos 14 años antes de la guerra -descubrimiento que desestabilizó enormemente el balance de la región,-
las rutas navales del Cabo, y, sobretodo, eliminar a la república bóer
de Transvaal, la cual se había independizado del Reino Unido hacia un
poco antes.
La guerra terminaría por motivos económicos y de opinión
pública, especialmente tras la paliza recibida a manos de los bóer en
Majuba.
Sin embargo, el Reino Unido no se quedaría de brazos cruzados,
en especial tras el descubrimiento de oro al sur de Transvaal en 1886.
Así, tras ocho años de haber terminado la primer guerra -que
hubiesen sido menos si no fuese porque en el intermedio los Zulu, con
armas suministradas por los Bóer, atacaron a los Británicos en una
guerra del tipo “todos contra todos”- y luego de una serie de
ataques encubiertos, y sabotajes a intentos de mediaciones
internacional, como el de la Conferencia de Berlín, desataría una nueva
guerra mucho más larga y sangrienta que la anterior. Iniciada
“informalmente” con un ataque a Transvaal, hoy conocido como el Jameson
Raid, para obligar así a los Bóer a dar el “primer golpe” y dejarlos
ante la opinión pública como agresores.
Duraría tres años y el Reino
Unido gastaría £200 millones de Libras en el proceso (una cantidad astronómica para la época).
Esta guerra sería también recordada como la Última Guerra Imperial
Británica, ya que demostraría al Reino Unido como incapaz de eliminar
brotes independentistas en sus territorios coloniales. Algo que quedaría
como un estigma hasta el día de hoy.
El campo de concentración
Esta
nueva guerra seria despiadada y sangrienta, las tropas británicas
estaban decididas a quedarse con todo y con todos. Sin embargo, a pesar
de la enorme cantidad de recursos dispuestos, no se verían los
resultados rápidos y esperados en un primer momento, ya que los bóer, no
solo peleaban fieramente por su independencia, sino que además se
habían organizado en guerrillas y unidades móviles denominadas “kommando”. Tras varios ires y venires y mucha sangre derramada, es así que llegamos al 1900.
Cuando
el mariscal de campo H.H. Kitchener intentara un “nuevo acercamiento”
contra las guerrillas bóer: atacar directamente a las familias y el
sustento de éstos.
Tras implementar una política de destrucción total de sus tierras y
condenar a miles al hambre, Kitchener comenzaría a capturar a las
esposas e hijos de los bóers, encerrándolas en un sistema
semi-industrializado de detención, en el cual los mismos detenidos
debían cubrir el coste de su proceso de detención realizando todo tipo
de trabajos forzados. Kitchener llamaría a este lugar como
“Campo de concentración”, inaugurando este oscuro término en las páginas
de la Historia.
Si bien en el pasado habían existido campos de
detenidos -como el de Estados Unidos en las Filipinas un año antes,- este era el primero apuntado específicamente a un grupo étnico indistintamente y no solo combatientes, y a su vez destinado a “pelar” de población una región en conflicto.
Las pésimas condiciones de vida en lugares insalubres llevaron a
causar miles de muertos. Incluso, en una estrategia aun más inhumana, se
limitaba la ración de comida a mujeres
e hijos de bóers aun en batalla, condenándoles así a una muerte por
inanición.
No solamente los bóers serían concentrados en estos campos,
sino que también, y a pesar de no haberse involucrado en la guerra,
varios africanos de raza negra, incluso de otras etnias ajenas a los zulu,
serían detenidos para evitar así que ayuden a los bóer. En los campos
morían un aproximado de 27 mil bóers, cifra alarmante si tenemos en
cuenta que la población total de Transvaal (contanto también a los hombres) era de 200 mil personas. Es decir, el 13,5% de la población. Increíblemente la cantidad de soldados británicos en la región superaba las 470 mil unidades.
Horatio Herbert Kitchener, 1º Guerra Mundial. |
De manera tristemente curiosa, cuando comenzaron las detenciones, las
tropas británicas alegarían que esto era “en defensa de los detenidos”;
una excusa muy similar a la que dieron los nazis al aislar a cientos de
miles de judíos en los ghettos. ¡Al final de la guerra había 45 campos
distribuidos por todo Transvaal!.
La guerra terminaría en el año 1902, miles de muertos, familias
destruidas, territorios y economías arrasadas y, como ya mencionamos,
con la reputación del Reino Unido en el mundo, y en las islas mismas, en
el subsuelo y, peor aun para el gobierno, con un déficit que llevaría
décadas reparar.
Nota de Anne: El Reino Unido es una definición muy
amplia, ya que engloba a Gales e Irlanda cuando estos últimos no eran
participes de las decisiones políticas de las islas. Este tipo de
acciones eran, y son, prod
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