Carlos Castaneda hace eco del “mundo de la representación” y del “mundo de la voluntad” en la filosofía de Arthur Schopenhauer.
Una de las razones que hizo de Carlos
Castaneda un autor que no sólo vendió millones de libros, sino que
cautivó radicalmente la mente de sus lectores, es la permanente
intuición –que se convierte en investigación— de que existe otra
realidad.
El segundo título de su saga como aprendiz de brujo bajo el
ala de Don Juan Matus nos revela este hilo conductor: “Una Realidad
Aparte”. Para la mente inquisitiva, que se permite dudar de lo que ve y
ansía penetrar lo invisible, la postulación de una realidad alternativa,
más profunda, se desdobla como una fascinante historia detectivesca: la
esencia misteriosa del mundo es lo que seduce al “hombre de
conocimiento”.
La vida y obra de Carlos Castaneda
constituyen uno de los grandes enigmas de la literatura moderna.
Su obra
es para algunos un documentos invaluable de antropología que tiene la
valentía de investigar el ocultismo de la tradición tolteca del México
antiguo –corriendo el riesgo de perder la objetividad al involucrarse en
un mundo mágico que no admite una lógica racional y donde toda
comprensión literaria puede ser trastocada por la sed del poder. Para
otros se trata solamente de una obra de ficción revestida de una serie
conocimientos esotéricos sincréticos –el talento de Castaneda sería
tejer la ilusión convincente de internarse en una otredad radical que
pone en entredicho la realidad del mundo que conocemos. Sin ahondar en
la autenticidad de los eventos que relata Castaneda, su obra puede
tratarse también desde una perspectiva de filosofía metafísica –la
reformulación de uno de los temas fundamentales de la pensamiento
humano.
La rueda de la vida y los reinos del saṃsāra |
La existencia de otra realidad presupone
que el mundo cotidiano tiene un carácter ilusorio. Esta idea
ciertamente no es nueva, se encuentra en el budismo bajo el concepto de samsara, fue expresada por Platón como el mundo de las ideas y en el gnosticismo bajo el término stereoma, cada una con ciertas diferencias.
El concepto reaparece con notoriedad en la obra de Arthur Schopenhauer, quien en su obra principal, El mundo como voluntad y representación,
erige una sólida estructura racional para comprender la naturaleza
ilusoria de la realidad que experimentamos cotidianamente. Schopenhauer
traza un sistema aparentemente dualista: el mundo de la voluntad siendo
la cosa en sí, “la esencia íntima de las cosas” y el mundo de la
representación, la objetificación de la voluntad en seres individuales,
el mundo material que no tiene más valor que un sueño.
Esta dualidad es
solo aparente ya que existe dentro de una percepción del mundo propia de
la representación: el mundo de la voluntad trasciende el tiempo, el
espacio y las causas, y como tal no puede ser aprehendido por nuestros
conceptos.
El Nagual, vínculo con lo sagrado |
A lo largo de su obra, y de manera más extensa en el libro Relatos de Poder,
Carlos Castaneda expuso un sistema similar al de Schopenhauer, donde la
voluntad equivale al “nagual” y la representación al “tonal”.
“El tonal
es todo lo que conocemos. Y eso no sólo nos incluye a nosotros como
personas, sino todo en nuestro mundo. Se podría decir el tonal es todo
lo que percibimos con los ojos… "El tonal es una isla". Somos islas,
conectadas en la profundidad por el nagual: “la parte de nosotros para
la que no hay descripción –no hay palabras, nombres, sensaciones o
conocimientos”.
Y también en Relatos de Poder: “el tonal inicia con la vida y termina con la muerte.. no puede crear o cambiar nada y sin embargo compone al mundo ya que su función es juzgar, observar y determinar”. El nagual “puede ser atestiguado pero no puede ser descrito. El nagual está ahí, rodeando la isla del tonal. Ahí, donde revolotea el poder” (una definición que nos acerca a lo que dijera Wittgenstein sobre una región mística más allá del lenguaje).
Y también en Relatos de Poder: “el tonal inicia con la vida y termina con la muerte.. no puede crear o cambiar nada y sin embargo compone al mundo ya que su función es juzgar, observar y determinar”. El nagual “puede ser atestiguado pero no puede ser descrito. El nagual está ahí, rodeando la isla del tonal. Ahí, donde revolotea el poder” (una definición que nos acerca a lo que dijera Wittgenstein sobre una región mística más allá del lenguaje).
De igual forma, como ocurre en
Schopenhauer, para quien el mundo de la representación en meramente un
hecho mental, el mundo del tonal funge en relación a la percepción: se
construye en el acto de observarse.
La realidad de nuestro mundo palidece ante la Voluntad, la cosa en sí o “Ding an sich”: “Para el hombre en quien la Voluntad se ha volcado y negado a sí misma, este mundo, tan real para nosotros con sus soles y galaxias, es-nada”, dice Schopenhauer.
Para Castaneda es la intención la que
lleva al mundo inefable del nagual. Un mundo que de todas maneras es el
que opera sobre nuestra realidad: “El tonal no sabe que las decisiones
pertenecen a la dimensión del nagual. Cuando pensamos que decidimos,
todo lo que hacemos es reconocer que algo más allá de nuestro
entendimiento ha establecido el marco de nuestra supuesta decisión, y
todo lo que hacemos es ceder”.
Ambos, Castaneda y Schopenhauer,
plantean en última instancia la existencia de una realidad que subyace
al mundo de los fenómenos –una realidad de la cual no podemos decir
mucho, pero que no por eso deja de llamarnos.
[F] faenasphere.com
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